En noviembre de 1982 el presidente Calvo-Sotelo desvincula la BEDAP de la Guardia Civil, acordando con su director general que pase a depender directamente del Ministerio de Defensa. Tres años más tarde, en 1985, fallece en un piso franco de Murcia la última víctima del Contagio en España. La disolución de la Brigada Especial para la Defensa contra Amenazas Preternaturales fue decretada por el gobierno socialista de Felipe González el 20 de abril de 1992, coincidiendo con la inauguración de la Exposición Universal de Sevilla. Desde entonces y hasta hoy los antiguos integrantes del Departamento Z han pasado a la reserva activa, viviendo su retiro con identidades falsas y protegidos por el Gobierno, hasta que España vuelva a necesitarles.
«Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído» (Jorge Luis Borges)
jueves, 24 de febrero de 2011
El Departamento Z
En noviembre de 1982 el presidente Calvo-Sotelo desvincula la BEDAP de la Guardia Civil, acordando con su director general que pase a depender directamente del Ministerio de Defensa. Tres años más tarde, en 1985, fallece en un piso franco de Murcia la última víctima del Contagio en España. La disolución de la Brigada Especial para la Defensa contra Amenazas Preternaturales fue decretada por el gobierno socialista de Felipe González el 20 de abril de 1992, coincidiendo con la inauguración de la Exposición Universal de Sevilla. Desde entonces y hasta hoy los antiguos integrantes del Departamento Z han pasado a la reserva activa, viviendo su retiro con identidades falsas y protegidos por el Gobierno, hasta que España vuelva a necesitarles.
miércoles, 16 de febrero de 2011
Cascabel
martes, 8 de febrero de 2011
Ojos negros tienes
Pocos, o tal vez ninguno, vieron a Amadeo Martín, con su traje de siempre, periódico en mano, mandíbula desencajada y labios verdes, brillantes de pena, correr calle abajo hasta perderse en la espesura del jardín. Quienes lo recuerdan, y más aún quienes bien lo conocían, no tardarán en desmentir esta historia, tildándola de embustera, o peor: de infamante. Sin embargo, en mi descargo he de aclarar que cuanto aquí escriba fue, si bien no completamente cierto, al menos, sí rigurosamente posible. Y es que en la misteriosa encrucijada de sueños, de espejismos y grandes esperanzas que fue la vida del ilustre matemático Amadeo Martín Belmonte, todo, o casi todo azar, estaba previsto, identificado y minuciosamente catalogado, a fin de ser fácilmente reconocible en la circunstancia precisa. Es por ello que, cuando finalmente ocurrió, no fue sorpresa, miedo o rechazo lo que experimentó, sino una profunda e inevitable –e irreparable– sensación de lástima. Se compadecía, en su personal tristeza, del destino de los otros y de la suerte del mundo, que ya sólo sentía, o percibía, como una ficción burda y de pésimo gusto.