jueves, 14 de abril de 2011

El tapiz de Bayeux

Yo me he figurado que el tapiz de Bayeux, que fue bordado en el siglo XI, donde colores simples y latines graves nos cuentan la epopeya de ese ejército francés que combatió y derrotó a los huscarles del rey Harold, es algo más; que es otra cosa. Yo me he figurado que el tapiz de Bayeux no es un resumen por voluntariosa intención artística sino por imposición de índole práctica, y que el auténtico tapiz, el imaginado, atestigua en su extensión real, o ideal, la suma completa y exacta de los momentos del paisaje que nos muestra: cada gesto en el rostro del soldado durante la lucha; cada perfil de las velas normandas según la fuerza del viento; cada ángulo de la flecha en todos los puntos que dibujaron su trayectoria, hasta acertar o fallar; cada piedra, cada hoja de hierba, cada descosido de estandarte; cada suposición del autor, cada olvido. Yo me he figurado que el tapiz de Bayeux no es el único; que existen otros, confeccionados en paralelo y secretamente, como aquél en el que se observan las manos de un recolector de arroz en un campo del Tíbet, encallecidas y en paz a la vez que en Hastings se pronunciaba el destino de Inglaterra; también uno en el que el Nilo sigue encauzado en los precisos márgenes que conocieron los faraones, mientras el duque Guillermo recupera del barro la corona de El Confesor; alguno, es posible, transcribe la elegía que recitó inesperadamente un pastor de los Urales cautivado por un oscuro presentimiento, y que ya no pudo recordar. Yo me he figurado que el tapiz de Bayeux, como la Historia, está tejido con un mismo hilo que en el pasado se tramó en la forma impensada de los dinosaurios y se urdirá  en el futuro de acuerdo al patrón caprichoso que otros compondrán a partir de nuestras sombras, sin pausa. Yo me he figurado que el tapiz de Bayeux no acaba; que sus extremos se prolongan invisiblemente y se arrollan formando muelles, como dinamómetros que miden la intensidad del hombre en el tiempo, y que se encuentran en las antípodas de la eternidad en un día esférico, mágico, que consiente al fin la victoria de los sajones. Yo me he figurado que el tapiz de Bayeux es una mortaja común que arropa a las generaciones en la idéntica muerte, desde Adán hasta la última incertidumbre.

Pero cuando yo lo miro, sólo veo el tapiz de Bayeux.

1 comentario:

Adepta Sororita dijo...

:D Me gusta el fondo aunque no demasiado la forma :*