miércoles, 1 de diciembre de 2010

Mensaje en una botella que se estrelló contra las rocas antes de llegar al agua y que una ola borró para siempre

Por favor, dime que me oyes. Dime que me ves desde donde te encuentras. Dime que aún me queda esperanza. Te lo ruego: sálvame. Te necesito. Necesito que me mires. Necesito que me distingas entre esta multitud que me rodea. ¿Es que no te das cuenta? Me ahogan, me están ahogando, me asfixio. Queda ya muy poco de mí. Ven. Te lo suplico. Ven a por mí. Cruza este mar picado y llévame contigo; llévame lejos de este lugar, de esta nada que me contagia su ausencia. Sácame de esta oscuridad y ponme a la luz. A tu luz. Quiero estar junto a ti. Quiero brillar para ti, con tu luz, con tu resplandor. Quiero reflejarte. Ser tu espejo para que te mires, para que sonrías al ver tu propia belleza, para que compartas tu belleza conmigo. Quiero que seas conmigo. Te quiero. Deseo quedarme contigo. Deseo que me sonrías. Hazme único. Cédeme una parte de tu soledad. Te pido muy poco. Apenas un rincón en tu corazón o en tu pensamiento, en algún lugar en el que sienta tu presencia, en algún lugar lejos del olvido, porque quiero quedarme para siempre. Así es. No pienso abandonarte, porque te debo la vida. Estoy en deuda contigo. Soy tu amigo, tu hermano. Soy tu esclavo. Para siempre tuyo, seas quien seas. No me importa quien seas, porque también has sido mío por un instante. Has sido yo mismo. Te has metido en este cuerpo, has hablado con esta voz, has sentido con estas manos; has escrito esta carta. ¿Ves estos ojos? ¿No te acuerdas de la mirada de estos ojos? Se te empañaron con mis propias lágrimas. Con tus lágrimas, porque estabas llorando. Cuando estabas entre mis brazos llorabas. Como un niño asustado. Como una doncella triste. Y también, como una novia enamorada, pues eso eras entonces. Una llamarada de amor. Una prueba viviente de amor. Tú me querías, ¿no es verdad? De hecho, aún me quieres. Siempre me quisiste, desde el primer momento en que me viste, o tal vez desde antes, desde mucho antes, incluso, de que supieses mi nombre; desde mucho antes de que recibieses este mensaje, desde mucho antes de que mi voz te llamase desde las sombras. Porque, en realidad, eras tú quien me necesitaba. Eras tú quien me gritaba desde el otro lado del mar. Eras tú quien me suplicaba auxilio. Pero un día, te vi. Te elegí a ti, te salvé de la marea y te hice único. Y hoy, con una palabra, he podido devolverte el favor. Gracias.

1 comentario:

Adepta Sororita dijo...

Joder mira que lo he leído veces y siempre termino llorando T_T