lunes, 15 de noviembre de 2010

Hombre con cabeza de corchea (Sextina neodadaísta)

Tu generosa profusión de ornitorrincos
ofender pretende los destellos sodomitas
que turban y confunden al sacacorchos,
tan firme, tan letal en sus ímprobas fricciones,
que despeña con pasión un teleférico
envuelto en auras de elegante juventud.

Quisiera que esta vida y esta juventud,
este vuelo caprichoso de ornitorrincos,
quedara para siempre legible en el teleférico
que hoy arrastran voluntades sodomitas
con argumentos de retrógradas fricciones,
capaces de deglutir irrefragables sacacorchos.

Oh, triste oficio y afición de sacacorchos,
aciaga costumbre de terca juventud
condenada a la tiranía de las fricciones!
Oh, inconstante discurso de ornitorrincos
sin fe ni esperanza en las virtudes sodomitas
que calcan corazones sobre el teleférico!

No hay monstruo semejante al teleférico,
inflamado por la furia fatal del sacacorchos,
que atenaza entre sus fauces vientres sodomitas.
Hay en él distancia y alma –que es la juventud–
troqueladas por afán de ornitorrincos
cuyas colas se agitan en violentas fricciones.

Son prebenda de este tiempo esas fricciones
que empañan todos los cristales del teleférico,
y ese incierto ámbito de amor de los ornitorrincos
que deja cercenado un implacable sacacorchos.
Se nos gastan las escasas horas de juventud
en espectaculares circunloquios sodomitas.

Finalmente se han confesado sodomitas
poco antes de expirar el plazo. Ahora las fricciones
de sus sombras son el eco de una juventud
derrochada en la sordidez de un teleférico,
en equilibrio sobre oblicuos sacacorchos
inspirados por la contención de los ornitorrincos.

Esos torpes ornitorrincos, instructores de sodomitas,
consagrados al sacacorchos y sus fricciones,
desde un alto teleférico vomitarán su juventud.