miércoles, 17 de noviembre de 2010

Alegoría

Dime, tú que lo conoces, el nombre del centauro
que murió desjarretado en el bosque de tu sueño,
con el cuerpo roto por dejar el corazón salvo,
por cabalgar a ti, de nuevo, como a una fuente.

Dime, tú que allí estuviste, el color de las manos
de esos alarifes que mezclaron argamasa con silencio
y levantaron tu palacio de corales imposibles,
allí donde el vientre del pecio gestaba fantasías.

Dime, tú que la recuerdas, la lengua que susurraban
los ángeles en la noche de las mil y una burbujas;
esa caligrafía absurda con que aún escribe tu mirada.

Dime, si es que aún lo sabes, crisálida infinita,
¿de qué ciénaga fuiste loto intenso un día
y en qué laberinto endureció la razón tus alas?

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