domingo, 30 de octubre de 2011

Preámbulo a las instrucciones para renegar de un idioma (remake)

Y piensa en esto otro: cuando te enseñan un idioma te enseñan una dulce nana de insomnio, un catálogo de espejismos, una mordaza de letras. No aprendes solamente el idioma, que lo observes con rigor y confiamos en que lo honres porque tiene su historia, castellano, de la pluma que sostuvo Cervantes; no te enseñan solamente ese organillo invisible que llevarás en la boca y sonará por ti. Te enseñan –lo saben, lo terrible es que lo saben–, te enseñan un angosto desfiladero inasequible a los demás humanos, algo que es tuyo pero no te obedece, que tienes que obedecer en todo momento para no sentirte perdido, como el mapa actualizado de una ciudad fantasma. Te enseñan la necesidad de hablarlo todos los días, la obligación de hablarlo para que siga siendo un idioma; te enseñan la obsesión de buscar la palabra exacta en las hojas de los diccionarios, en los congresos de la academia, en una bronca nocturna. Te enseñan el miedo a olvidar una tilde, a colar una hache, a bloquear mayúsculas y que te llamen analfabeto. Te enseñan su gramática, y la seguridad de que es una gramática superior a las otras, te enseñan la costumbre de leer tu idioma en los demás idiomas. No te enseñan un idioma, tú eres la asignatura, a ti te imparten para afinar el eco del idioma.

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